Dos millones de personas salieron a las calles de Atenas la semana pasada, en una huelga general, la segunda de este mes, en protesta con las medidas de austeridad propuestas por el Gobierno Socialista. Toda Grecia paralizada durante 24 horas, también el aeropuerto. Sólo funcionó el servicio de trenes de cercanías para permitir la llegada de los manifestantes.


La crisis estalló el otoño pasado, después de que el Primer Ministro George Papandreou asumiera el cargo y descubriera que el país estaba en bancarrota. El Gobierno conservador había engañado para permitir la entrada de Grecia en la zona euro de la Unión Europea en el año 2001. Sobre el papel figuraba un déficit presupuestario del 3% y una deuda pública del 60% del PIB, cuando en 2009 se había disparado el déficit al 13% y la deuda pública al 125%.

Inicialmente, la UE intentó resolver el problema declarando su solidaridad con Grecia. Pero los tiburones financieros afilaron sus dientes, oliendo la sangre. Su respuesta fue la de aprovecharse de la situación. Como Grecia tiene una calificación de su crédito más baja, eso significa que todos los bonos tendrían un precio más alto para el Gobierno, o sea, el común de los ciudadanos. Es decir, que es más fácil que el déficit lo paguen las personas que no los bancos. Ganancias para los peces gordos, gordos.

Los que los líderes de la UE entienden por solidaridad no es la de inyectar dinero público en ese país, que ya estaba llegando a sus bancos desde hacía año y medio, sino que tenían la intención de exprimir al máximo el dinero que los bancos griegos adeudaban, basándose en los oráculos del FMI.

Cualquiera que sea el método que se utilice para tapar las grietas, las perspectivas de Grecia y la Unión Europea son sombrías, ya que Francia y Alemania no pueden añadir entre sus responsabilidades reducir el déficit griego, cosa que Grecia es incapaz de hacer: reducir en 10 puntos porcentuales del PIB.

La propia estructura de la Unión Europea está desgarrando a los miembros ricos que dan la espalda a los más pobres. Es la ley de hierro del Capitalismo, la protección de los intereses de los fuertes a expensas de los débiles, que nuevamente se cumple. Ajuste entre la clase trabajadora. Parece propaganda comunista, pero es rigurosamente cierto.

En una Europa ideal, los trabajadores en Alemania, debieran acudir en ayuda de los trabajadores griegos, exigiendo una revisión radical de la política económica, aquella que convierta a los bancos y banqueros en soberanos funcionarios públicos, construyendo una democracia real. Pero las cosas tienen un aspecto muy distinto. La crisis financiera griega pone de relieve la falta de solidaridad de la Comunidad Europea con sus socios en dificultades. La solidaridad sólo se extiende hacia los empresarios.

La UE crea así un sucedáneo de la ideología del internacionalismo, un rechazo de la nación-estado como fuente de todo mal, propagando un “pomposo orgullo europeo como centro de los Derechos Humanos, dando lecciones morales a todo el mundo, pero que en realidad lo que está sucediendo encaja perfectamente con una subordinación a la política exterior de los EE.UU en el Oriente Medio y otros lugares”, según dice Diana Johnstone, autora de Fool’s Crusade: Yugoslavia, la OTAN y los delirios de occidente. En esta supuesta hermandad de la zona euro, Grecia aparece como un pintoresco país tercermundista, que ha vivido sin preocupaciones como en la fábula de Esopo La cigarra y la hormiga. Similares son sus problemas a los de Portugal, Irlanda y España, que son cariñosamente llamados CERDOS (PIGS, por la inicial del nombre de cada país), una reminiscencia de la granja de Orwell.

Sin embargo, las nubes de tormenta se extiende por todo el mundo occidental. El banco de inversión Societé Général ha publicado una estimación alarmante de los pasivos reales que poseen los Gobiernos occidentales, incluyendo las deudas en su balanza comercial. Los números, incluidos los pasivos no financiados de los fondos de pensiones, empequeñecen la posición que oficialmente se mantiene sobre la deuda. Grecia es con mucho el país el que encuentra en peor posición, por lo que Otmar Issing, un antiguo economista jefe del Banco Central Europeo, describió con tacto alemán “como unos de los sistemas de pensiones más lujoso del mundo”. Su déficit neto es del 800% del PIB, ocho veces lo dicho oficialmente. Para Estados Unidos es el 550%, el Reino Unido el 400%, Alemania el 400%, Francia el 550%, Italia el 350% y España el 250%. En otras palabras, todos los países occidentales son insolventes y cada uno de ellos se enfrenta al día del juicio final.

¿Quién arregla este desorden cuando los banqueros se empeñan en este capitalismo de casino y llevarnos a la quiebra? El 93% de la población de Islandia ha rechazado la propuesta de cubrir la deuda de su banco más importante del país el pasado 6 de marzo. Cubrir la deuda de este banco habría costado a cada uno de los 317 ciudadanos de Islandia en torno a 17.000 dólares cada uno. El referéndum nacional de Islandia ha sido el primero en el que se ha expresado la voluntad del pueblo para decidir quién paga cuando la elite financiera no quiere hacerlo. En Grecia las huelgas son también la primera expresión democrática de la voluntad de un pueblo. Que los tiburones presten atención. Si se les agota el oxígeno, el agua se enturbie y pudre, estando sus días contados.

Si la clase obrera empieza a despertad, otros deben seguirles, de modo que se internacionalice. La semana pasada vimos una sucesión de huelgas y protestas en toda Europa: los pilotos de Lufthansa, los controladores aéreos franceses, los trabajadores de la refinería de petróleo, la manifestaciones de protesta en Madrid, Barcelona y Valencia en contra de las medidas de austeridad del Gobierno del PSOE. Los sindicatos en la República Checa detuvieron los transportes públicos esta semana. A poco de la Huelga General del sector público en Portugal, que protesta por la medidas para reducir el déficit al 3% del PIB en 2013. Un verdadero movimiento europeo está naciendo. Sean O’Grady de The Independent predice que es “sólo el comienzo de la demostración del descontento público, quizá el mayor desde el fervor revolucionario de 1968”.

La otra lección que están aprendiendo los trabajadores es que deben deshacer del peso muerto de sus antiguos dirigentes. El objetivo de los sindicatos es el de regular las tensiones social y asegurar que no suponen una amenaza ni para las empresas ni para el Estado. Los tripulantes de British Airways suspendieron la huelga prevista el primer día, como hizo la Confederación General del Trabajo en la huelga del gigante petrolero Total en Francia. En ambos casos, los sindicatos capitularon sin haber obtenido ninguna respuesta a la demanda de los trabajadores.

Los recortes más draconianos han sido los impuestos por los gobiernos socialdemócratas de Grecia, España y Portugal. Escribe Cristo Marsden: “fueron elegidos con el apoyo de las burocracias sindicales, y han sido sus aliados, incluso cuando las reformas prometidas se convirtieron en medidas de austeridad.” La huelga general en Grecia es una señal de que la burocracia sindical está siendo superada en esta lucha contra los pseudo-gobiernos socialistas por los trabajadores indignados, que es un presagio de lo que puede venir. Más propaganda comunista, pero también cierto.

La nota triste lo ponen los miembros más débiles del nuevo ex bloque socialista. Letonia ha tenido un 25,5% de caída en su PIB durante los últimos dos años, una de las peores caídas que se recuerdan desde la Gran Depresión, con una enorme deuda y con necesidad de grandes medidas de austeridad, y aún así sigue la estela del euro. Si ha habido corrupción en Letonia, sus elites post-soviéticas han robado, despojado todo en pos de los intereses occidentales, para luego llevarse sus ganancias tan mal obtenidas al extranjero.

Peor ha sido el robo directo que han llevado a cabo con luz y taquígrafos los bancos occidentales, cuyos amigos fueron contratados para escribir las normas fiscales de Letonia, proporcionando un crédito fácil, pero en cuanto vino la borrasca enseguida abandonaron el barco. ¿Para qué invadir con ejércitos si se dispone de los banqueros?

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Canadian Eric Walberg is known worldwide as a journalist specializing in the Middle East, Central Asia and Russia. A graduate of University of Toronto and Cambridge in economics, he has been writing on East-West relations since the 1980s.

He has lived in both the Soviet Union and Russia, and then Uzbekistan, as a UN adviser, writer, translator and lecturer. Presently a writer for the foremost Cairo newspaper, Al Ahram, he is also a regular contributor to Counterpunch, Dissident Voice, Global Research, Al-Jazeerah and Turkish Weekly, and is a commentator on Voice of the Cape radio.

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